Amigos
Ya no podíamos contar con él, nos lo recordaba cada sábado de partido cuando hartos de esperarle en nuestro punto de encuentro yo insistía en ir a buscarle a casa con el balón bajo el brazo.
Nunca sabré qué parte de culpa tenía aquella chica de que hubiésemos perdido un amigo y todos los partidos desde que él ya no era portero, pero aquella tarde que ambos acudieron como espectadores al campeonato y mientras el equipo contrario celebraba su décimo gol, muerto de la rabia y sin disimular en absoluto que no fue sin querer, corrí hacia ella y le lancé el balón a la cara.